“Imposible” es una palabra que ha sido mal entendida. Parece aterradora, desalentadora. Parece que deberíamos correr siempre que se nos presente. Pero, muchas de las historias y logros más bellos de nuestra especie han sido precedidos por imposibles: los hermanos Wright, llegar a caminar en la luna, componer sinfonías estando sordo, escalar las montañas más altas. . . lo imposible ha sido crucial para que todo esto tuviera un significado.
Se ha dicho que “la belleza está en el ojo del que mira” lo mismo se aplica a lo imposible. Necesitamos lo imposible para soñar en grande. Necesitamos de lo imposible para crecer más allá de nuestras capacidades. Necesitamos lo imposible para crear, explorar, atreverse. Es cuando enfrentamos el vacío, precisamente ese segundo antes de saltar a él, que entendemos lo que significa vivir al máximo, sentimos que los ojos de Dios miran a los nuestros orgullosos de nosotros por atrevernos.
Y no necesitamos caminar sobre la luna para atrevernos a lo imposible. En el mundo de hoy, parece que es imposible amar a tu pareja por el resto de tu vida, parece que hacer que tus hijos sean libres y fuertes con pensamientos propios es imposible, parece que recuperar nuestro “hogar” que se hunde en el plástico es imposible, etc…
PERO NO HOY, porque sabemos que lo imposible es un ingrediente crucial de la vida. Sabemos que saca lo mejor de nosotros, sabemos que necesitamos el desafío para crecer, necesitamos de lo imposible para despertarnos, así que dejemos de ser promedio, dejemos de ser grises, dejemos de ser solo uno más, dejemos de aceptar sin más lo que nos es dado y recuperemos nuestra singularidad, nuestra unidad, nuestra fuerza al elevar nuestra voz. Sí, puede que fallemos, pero la opción de simplemente aceptar los riesgos que sabemos que podemos gestionar es tan vacía, que no hay fallo.
Entonces tómate hoy un minuto o dos para pensar en esa vida imposible que vive en tus sueños y, por un minuto o dos, recuerda que “Lo imposible está en el ojo del espectador”. Tal vez algo cambie.
